“Las tres Minieides acabaron sus relatos, pero siguieron trabajando, despreciando la fiesta del dios Baco. De pronto, se oyen unos tambores invisibles, flautas, bronces; huele a mirra y a azafrán. Los telares donde trabajaban las muchachas se vuelven verdes; unos tejidos se cubren de hojas de hiedra, otros se transforman en vides, y los hilos en sarmientos; de las telas brotan racimos de uvas, y su púrpura colorea las uvas. En la dudosa luz del día – no era día ni noche aún –, parece que tiembla la casa, se ilumina de un resplandor rojo, aúllan fantasmas de fieras feroces.
Las tres hermanas intentan esconderse, huir del fuego, de las extrañas luces, y mientras buscan las tinieblas, sus cuerpos se empequeñecen, una membrana une sus extremidades, sus brazos se encierran en unas delgadas alas que les permiten volar, aunque no tienen plumas. En las tinieblas no ven su metamorfosis; quieren gritar y les sale una mínima voz, débiles lamentos: son murciélagos. Odian la luz, vuelan de noche alrededor de las casas; no les gustan los bosques”.
«Las Minieides», de Mitos del mundo clásico. Versión libre de las Metamorfosis de Ovidio a cargo de Rosa Navarro Durán. Alianza Editorial. 2020