La cultura occidental tiene desde el siglo XII un epistolario representativo de la pasión amorosa muy conocido por sus abundantes interpretaciones, estudios y adaptaciones. Nos referimos a la historia protagonizada por el filósofo y educador Pedro Abelardo y por su joven alumna, Eloísa. Desde entonces, aquella historia de violenta pasión, moral y castigo, nunca ha dormido; ha sido narrada cada noche durante más de ocho siglos por más de un millón de voces, y hoy, recordada aquí en dos fragmentos muy significativos extraídos de los capítulos sexto y séptimo de la Historia Calamitatum (carta que escribió Abelardo sobre el año 1132 contando sus desgracias a un supuesto amigo para consolarlo).
«Preso de amor por aquella joven, no pensé más que en buscar ocasión de verla; familiarizarme con ella por medio de conversaciones diarias; en una palabra, sólo ansiaba que accediese a mis amorosos y honestos propósitos. Me dirigí a algunos amigos del canónigo Fulberto, suplicándoles para que intercedieran con él para que me admitiese en calidad de huésped en su casa, que se hallaba cerca de mi escuela y mediante los honorarios que señalara él mismo… Me admiró la extremada sencillez del canónigo, sorprendiéndome que confiara tan tierna corderita a tan hambriento lobo. Al entregarme a Eloísa, no sólo para que la instruyese, sino también para que la castigase, hizo más que dar suelta a mis contenidos deseos y proporcionarme mil ocasiones para triunfar, aun cuando la joven no pensara en corresponderme… Pretextando el estudio, nos entregábamos en cuerpo y alma al amor; y hasta los mismos libros nos servían para exteriorizarlo. ¡Cuántas veces, y teniendo los infolios abiertos, discutíamos más las delicias del amor que las lecciones! ¡Cuántos más fueron los besos que las sentencias! ¡Mis manos con más frecuencia estaban ocupadas en el seno virginal de Eloísa que en los libros! ¡En nuestros ojos reflejábase más intensamente el amor que en las páginas del texto!… ¡Qué más decirte! Pasamos por todas las fases y gradaciones del amor; apuramos todos sus deliquios, y ni siquiera olvidamos sus más recónditos refinamientos. ¡Cómo prolongábamos aquellos goces, nuevos para nosotros, y que, como comprenderás, distaban mucho de causarnos el menor tedio! De tal modo llegó a dominarme el placer, que casi no me era dable pensar ni en filosofías ni en escuelas. El ir a la cátedra a explicar mis lecciones constituía para mí el mayor fastidio y sacrificio. Mi fatiga era grande, pues me ocupaba de noche en el amor y de día en el estudio».
«No tardaron el tío y los parientes de Eloísa en divulgar el matrimonio, faltando a la palabra y juramento que habían empeñado; deseaban lavar la afrenta que yo había inferido a su honor. Eloísa juraba por sus dioses que era falso cuanto decían, oído lo cual por su tío fue causa de que la tratara ignominiosamente. Sabedor de estos abusos, trasladé a Eloísa a la abadía de monjas de Argenteuil, cerca de París, en cuyo convento había recibido cuando niña su primera instrucción. También conseguí que tomase, excepto el velo, los hábitos religiosos que convenían al estado monástico. Cuando a Fulberto y sus parientes llegó la noticia de esta resolución, se figuraron que yo me burlaba de ellos; y que si me deshacía de Eloísa metiéndola en un convento, era por desembarazarme de ella para siempre. Realmente indignados, conjuráronse todos contra mí, y cierta noche, uno de mis criados, a quien sobornaron con dádivas y promesas introdujo a mis enemigos en mi alcoba, tomando sobre mí aquella vergonzosa y cruel venganza que el mundo conoció con asombro e indignación. El hierro separó de mi cuerpo los órganos con los cuales había cometido la falta de que se quejaban. Mis infames verdugos huyeron; dos de ellos fueron condenados a perder los ojos y los órganos genitales; uno fue mi propio criado, quien, cegado por la ambición, se había unido a los criminales».
Las imágenes de Abelardo y Eloísa pertenecen al libro: Cartas de Abelardo y Eloísa en prosa y verso, y la historia de su vida, con la Epístola Heroida de Alejandro Pope. Por D. Juan María Maury. Ilustradas con sus relatos y viñetas. Madrid: Librería de D. Pedro Sanz y Sanz. 1847
En la Biblioteca Nacional de España (BNE) se puede consultar el Epistolario amoroso de Eloísa y de Abelardo, versión española del profesor Claudio Santos González, editada por M. Aguilar, Marqués de Urquijo, en la ciudad de Madrid en el año de 1930