Triptólemo y Linco

«Ceres unce a su carro dos serpientes, les sujeta las bocas con frenos y vuela por los aires entre el cielo y la tierra. Va a Atenas para dejarle el carro a Triptólemo, al que manda que siembre semillas en tierras jamás cultivadas y en las que hacía tiempo no se podía arar. Ya había sobrevolado el joven Europa y Asia; llega a la fría Esticia. Triptólemo va a ver a Linco, el rey del país, quien le pregunta quién es, cómo ha llegado allí, de dónde viene y cuál es el motivo de su visita.

Triptólemo le dice que es ateniense y que no ha llegado a ese país del norte ni en barco ni por mar, ni a pie ni por tierra; le cuenta cómo el aire se abrió a su paso y que por él ha venido. Le da los dones de Ceres, las semillas, para que las siembres por los anchos campos y así den a su pueblo cosechas cargadas de grano y alimentos necesarios.

El bárbaro lo envidia profundamente y, para ser él mismo quien dé un don tan extraordinario, lo hospeda en palacio disimulando lo que siente y, cuando está durmiendo, intenta matarlo con su arma. A punto está de atravesarle el pecho, pero Ceres convierte al malvado rey en lince y ordena a Triptólemo que se marche de esas tierras, para siempre yermas, espoleando los sagrados corceles».


«Triptólemo y Linco» de Mitos del mundo clásico. Versión libre de las Metamorfosis de Ovidio a cargo de Rosa Navarro Durán. Alianza Editorial. 2020.

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